lunes, 14 de julio de 2014

Soñando con la suerte

No sé si nos han hecho un daño o un favor con las cosas que se nos ha enseñado. Hemos aprendido tanto a soñar y disfrutamos tanto de esas inventivas, que a veces (muchas veces) no tienen nada que ver con la realidad, que simplemente no nos queremos despertar. Pero no podremos vivir así eternamente, de hecho no podemos agotar muchos de los minutos del reloj en ese estado. Cuantas veces no has sentido esa necesidad inagotable de vivir una experiencia de esas que no ocurren de manera continua en escenarios distintos a las películas, los cuentos o los libros.

          Tal vez yo sea la única persona a la que le sucede, pero en más de una ocasión he anhelado, con todo mi corazoncito, encontrar por pura “casualidad” cosas que me hagan muy feliz; sin planearlas, sin esperarlas, pero que serán recibidas con una irrefrenable algarabía.

         Toparnos con una “dulce coincidencia” es un anhelo común y va desde cosas sencillas hasta las más sorprendentes y revolucionarias… quien no ha deseado al andar por la calle encontrarse con un billete de la lotería “Premiado”, o con un “bollo” de dinero o algo tan simple como ver a un amigo con carro en una tarde lluviosa en la que nuestra sombrilla le ha dado por convertirse en bailarina.

También están los románticos empedernidos (generalmente mujeres, pero también aplica para varones) que sueñan tropezarse en la calle con el hombre de su vida -encontrarse de frente, chocar, que caigan sus libros y él la ayude a levantarlos, de pronto se chocan las miradas y surge el amor… (Puro cliché hollywoodense)-. Hay otros más creativos  que esperan conocer al/la elegid@ mientras hacen alguna fila, son atendidos y salen casi al mismo tiempo del local, él le abre la puerta, se miran y se sonríen y luego por pura coincidencia descubren que trabajan cerca, son vecinos, eran novios cuando niños, o uno de ellos es el amigo de un amigo de una amiga y se habían visto sin mirarse en una fiesta hace unas semanas (siiiii, claro).

Están aquellos que desean correr con la suerte de ser la nueva revelación artística, que algún productor los vea en la calle y los elija para hacerlos famosos o los que desean un nuevo trabajo y ansían llegar a una empresa que les de todos los beneficios existentes (y los que aún no se han inventado), que los jefes sean una dulzura y no los hagan trabajar tanto ni por muchas horas (ilusos, diría un amigo).

Eso no es lo único, ustedes saben bien que existe una multiplicidad de rincones mentales que dejamos llenar de sueños fundamentados en excepciones, estos son algunos de los que podría mencionar y me corrigen si a ustedes nunca les ha pasado por la cabeza o si no conocen a alguien que lo haya deseado:
·        Nos levantamos tarde y queremos: encontrarnos todos los semáforos en verde, no ver ni un AMET y llegar 10 minutos antes para que nos dé chance a desayunar, leer el periódico o conversar.
·        No hicimos la tarea y deseamos que el profesor falte; no importa si le dio viruela, está en una reunión, se le dañó el carro, esta constipado o todo lo contrario… no importa, pero que no asista.
·        Despertarnos estando aún oscuro y mientras intentamos ver la hora, deseamos profundamente que falten muchas horas para que sea el tiempo de levantarse.
·        Sentarse de copiloto en el carro público y ambicionar que no se suba nadie más en el carro, al menos no al lado nuestro.
·        Descubrir que nuestros padres verdaderos son millonarios y nos han buscado todo estos años para darnos todo  el amor ($_$) que no han podido darnos todo este tiempo. 

Muchos son los momentos en que aspiramos a que el “suertimetro” se estalle a nuestro favor y que cada uno de los deseos, ilusiones y sueños que podrían llegar a nuestra cabeza logren materializarse.

Lo mejor de todo es que esas pretensiones han sido realidad en la vida de algunos, pero no podemos olvidar que las excepciones no son lo común y no tienen por qué ser una ventaja del colectivo… mas ¿qué sería de nuestra vida sin los sueños? Soñar, así sea con cosas que no sucederán, nos permite sonreír  y si no se hacen realidad al menos habremos ganado un día más de vida con esos segundos de alegría.


Alucinemos un poco, que nuestra cabeza este de vez en cuando en el cielo, pero que nuestros pies se mantengan siempre firmes en la tierra.