No sé si nos han hecho un daño o un favor con las cosas que
se nos ha enseñado. Hemos aprendido tanto a soñar y disfrutamos tanto de esas
inventivas, que a veces (muchas veces) no tienen nada que ver con la realidad,
que simplemente no nos queremos despertar. Pero no podremos vivir así
eternamente, de hecho no podemos agotar muchos de los minutos del reloj en ese
estado. Cuantas veces no has sentido esa necesidad inagotable de vivir una
experiencia de esas que no ocurren de manera continua en escenarios
distintos a las películas, los cuentos o los libros.
Tal
vez yo sea la única persona a la que le sucede, pero en más de una ocasión he
anhelado, con todo mi corazoncito, encontrar por pura “casualidad” cosas que me
hagan muy feliz; sin planearlas, sin esperarlas, pero que serán recibidas con
una irrefrenable algarabía.
Toparnos
con una “dulce coincidencia” es un anhelo común y va desde cosas sencillas
hasta las más sorprendentes y revolucionarias… quien no ha deseado al andar por
la calle encontrarse con un billete de la lotería “Premiado”, o con un “bollo”
de dinero o algo tan simple como ver a un amigo con carro en una tarde lluviosa
en la que nuestra sombrilla le ha dado por convertirse en bailarina.
También están los
románticos empedernidos (generalmente mujeres, pero también aplica para varones)
que sueñan tropezarse en la calle con el hombre de su vida -encontrarse de
frente, chocar, que caigan sus libros y él la ayude a levantarlos, de pronto se
chocan las miradas y surge el amor… (Puro cliché hollywoodense)-. Hay otros más
creativos que esperan conocer al/la
elegid@ mientras hacen alguna fila, son atendidos y salen casi al mismo tiempo
del local, él le abre la puerta, se miran y se sonríen y luego por pura
coincidencia descubren que trabajan cerca, son vecinos, eran novios cuando
niños, o uno de ellos es el amigo de un amigo de una amiga y se habían visto sin
mirarse en una fiesta hace unas semanas (siiiii, claro).
Están aquellos
que desean correr con la suerte de ser la nueva revelación artística, que algún
productor los vea en la calle y los elija para hacerlos famosos o los que
desean un nuevo trabajo y ansían llegar a una empresa que les de todos los
beneficios existentes (y los que aún no se han inventado), que los jefes sean
una dulzura y no los hagan trabajar tanto ni por muchas horas (ilusos, diría
un amigo).
Eso no es lo único,
ustedes saben bien que existe una multiplicidad de rincones mentales que
dejamos llenar de sueños fundamentados en excepciones, estos son algunos de los
que podría mencionar y me corrigen si a ustedes nunca les ha pasado por la
cabeza o si no conocen a alguien que lo haya deseado:
·
Nos levantamos tarde y queremos: encontrarnos
todos los semáforos en verde, no ver ni un AMET y llegar 10 minutos antes para
que nos dé chance a desayunar, leer el periódico o conversar.
·
No hicimos la tarea y deseamos que el profesor
falte; no importa si le dio viruela, está en una reunión, se le dañó el carro,
esta constipado o todo lo contrario… no importa, pero que no asista.
·
Despertarnos estando aún oscuro y mientras intentamos
ver la hora, deseamos profundamente que falten muchas horas para que sea el
tiempo de levantarse.
·
Sentarse de copiloto en el carro público y
ambicionar que no se suba nadie más en el carro, al menos no al lado nuestro.
·
Descubrir que nuestros padres verdaderos son
millonarios y nos han buscado todo estos años para darnos todo el amor ($_$) que no han podido darnos todo
este tiempo.
Muchos son los
momentos en que aspiramos a que el “suertimetro” se estalle a nuestro favor y
que cada uno de los deseos, ilusiones y sueños que podrían llegar a nuestra
cabeza logren materializarse.
Lo mejor de
todo es que esas pretensiones han sido realidad en la vida de algunos, pero no
podemos olvidar que las excepciones no son lo común y no tienen por qué ser una
ventaja del colectivo… mas ¿qué sería de nuestra vida sin los sueños? Soñar, así
sea con cosas que no sucederán, nos permite sonreír y si no se hacen realidad al menos habremos
ganado un día más de vida con esos segundos de alegría.
Alucinemos un
poco, que nuestra cabeza este de vez en cuando en el cielo, pero que nuestros
pies se mantengan siempre firmes en la tierra.