Esperas
impaciente por esa palabra, esa frase, esa oración que redireccione tu sentir y
no sabes si seguir esperando es la solución o si debes empezar a actuar. Pero
lo cierto es que no depende de ti.
Haces depender tu alegría de alguien externo a
ti y te asusta el poder que tiene en ti esa persona, esa de la que esperas una
respuesta que aun no recibes y que probablemente no quieras escuchar, pero que
te mueres por saber. La ansiedad te hace
prisionero y te mantiene atado a la expectativa de esa respuesta ausente que tal
vez has recibido implícitamente y que te niegas a aceptar.
I. Paredes :)
Mayo 2013